La maternidad del Max Peralta, un juego de ruleta
Para agosto del año anterior mi vida dio un cambio radical, sin duda les puedo decir que para bien, me entere que iba a ser mamá.
La rutina de mis días cambio drásticamente, a veces no me sentía también para ir a la Universidad, la comida no me paraba en el estomago y deje de pensar en la ropa en tendencia y en los gustitos que solía darme, para concentrarme en la ropa del bebé, la cuna, el coche, la decoración de su habitación, y demás artículos con los que toda madre emocionada sueña.
Sin duda alguna había que pensar en el lugar donde nacería el bebé, hospital público o privado. Yo y mi pareja nos dimos la tarea de consultar precios y hasta conocer las experiencias de los que ya habían pasado por esta experiencia.
Muchos me recomendaron el Hospital Max Peralta, otros no. Muchos me recomendaron el Hospital Privado, otros no.
Al final decidimos visitar el Hospital de Cartago para ese gran día, como la gran mayoría lo hacen. Aunque la fecha prevista para parto era el 9 de mayo, las contracciones iniciaron antes y el 2 de mayo me internaron en horas de la tarde; me atendieron muy bien, las enfermeras y médicos de turno se comportaron a la altura, estuvieron pendientes de mi y de las demás pacientes. Mis temores sobre malos tratos y demás historias fueron desapareciendo al ritmo que el dolor de las contracciones aumentaban.
Casi a la una de la mañana del 3 de mayo, se me reventó la fuente y las mejores condiciones que anunció la Caja Costarricense del Seguro Social meses atrás para las madres y su acompañantes, no fueron más que promesas.
La solidaridad, el buen trato y compasión son palabras que los médicos de turno de la sala de inducción no conocían, o por el sueño y cansancio de trabajar en la madrugada mejor omiten, olvidando que es la vida de una mujer y de su bebé lo que están en juego.
El dolor previo a un parto es inexplicable, pero cuidado con gritar o quejarse, sino no te atienden bien, era uno de los consejos que muchas me dieron antes de la hora, es real y por dicha lo aplique. En esa misma sala una mujer pedía ayuda y como la gran gracia el doctor le decía… “No es ni la mitad de lo que le va a doler”.
Cuando llegue, les dije que por favor, llamarán al papá cuando el bebé fuera a nacer para que me acompañara en el parto, que ya él estaba ubicado por la puerta que debía ingresar según lo que me habían indicado, pero la respuesta fue “eso no siempre se puede hacer”.
A eso de las dos de la mañana sentí que era el momento de empezar el trabajo de parto, pero ese mismo doctor me indicó “mamita apenas tiene 4 centímetros, si al caso a las seis de la mañana”, por Dios, yo era la que sentía, él solo estaba ahí pensando con sus compañeras que ingredientes iba a llevar el sándwich con el que desayunarían, que me parece que el holgorio debería de quedar para después y respetar a las mamitas que apenas y pueden respirar con calma por unos instantes.
Para no cansarlos con el cuento, mi bebé nació a las 3:39 a.m., de tener supuestamente 4 centímetros pase a ser prioridad, luego de que otra doctora me revisará y se diera cuenta de que el bebé se meconizo ( las deposiciones del recién nacido contaminan en líquido amniótico y que al ser aspirada puede causar daños en el bebé) y que yo ya tenía 9 centímetros de dilatación, evidentemente el tacto nos lo estaban haciendo mal, y no solo a mí, sino a las demás pacientes.
Empecé labor de parto en la sala de inducción y luego tuve que caminar hasta sala de parto y subirme a la camilla sintiendo que la cabeza del bebé estaba ya prácticamente afuera; ahí tuve que dar a luz a mi bebé con los “alagos” y “simpatía” de una nueva doctora. Mi esposo logró entrar y la Enfermera Obstetra que me ayudaba en el parto lo recibió con un “y usted que esta viendo”.
A mi príncipe lo conocí al día siguiente, a las 10 a.m. y por horas llore y me preocupe por qué no sabía que tenía, ni si quiera lo pude ver en el momento en que nació, por más que pregunte nadie sabía porqué no me lo habían entregado al nacer. Gracias a que un conocido que trabaja en dicho hospital, me di cuenta más tarde que por la misma situación del parto, el bebé tuvo dificultad para respirar.
Las otras muchachas que me acompañaban en la Sala de Inducción no tuvieron un mejor trato que yo, y hasta alguna me manifestó que su parto fue traumatizante.
¡Por favor médicos, menor conversar entre ustedes y más atención a los pacientes!
No todo fue malo, ya para mi recuperación y la de mi bebé, en Salón de Maternidad, tuve una gran atención, las enfermeras me ayudaron en todo momento, me chinearon y a mi bebé también.
Hoy, por fin, puedo disfrutar de mi regalito de Dios, pero cuidado mamás que en el Max Peralta tener un bebé es como jugar a la Ruleta, a algunas les va bien a otras no tanto, todo depende del ánimo que tengan de trabajar y de si la suerte las acompaña.
No esperaba que me trataran com una reina, solo esperaba que me trataran con respeto…
Diana Vega, [email protected]
Periodista